Le brillaron los ojos con sólo verla.
Ella no dejaba de sonreír.
Se acercaron, frente a frente,
se miraron, se sonrieron.
Ella con risa nerviosa, no sabía
a dónde mirar, ni se atrevía a hablar.
"Hola" dijo él.
"Ay, dios", se ruborizó ella.
Sólo era el comienzo...
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