Tedio delante del ordenador.
Resopló mirando el móvil, distraída.
Un icono conocido. Curiosidad.
Mensaje de voz: "Buenos días, pequeña.
Tu foto de ayer era muy sugerente. Sigue
dando vueltas en mi cabeza. ¿Qué llevas
puesto hoy?."
Sonrió con picardía, ojos iluminados.
Miró de reojo a sus compañeros en sus
cubículos. “Si ellos supieran…”
Escuchó de nuevo el audio, saboreando la
cadencia, el tono, la intención. Recordó la
foto. Aquella voz revivía algo en su interior.
Ay! Esa risa nerviosa que enmascara otra
cosa. Tensión, excitación, diversión.
Instintivamente se lamió el labio superior.
Debía responder: "Ropa interior a juego.
Vestido de flores, sin mangas, escote de pico.
Sin medias”. Silencio después de aquello,
vuelta al teclado con calor y cosquilleo en el
cuerpo.
Nuevo mensaje de voz: “Quítate las bragas.
No te las vuelvas a poner”.
Lo escuchó varias veces mientras apretaba
las piernas, mientras notaba su cuerpo
humedecer. “De acuerdo”, respondió.
Se encerró en el baño, excitada. Se quitó las
bragas mojadas. Foto. La envió con un
mensaje de voz susurrando: “Lo que me provocas”.
“¿Estás bien?” le preguntó su compañera al
salir del baño.
“Son los sofocos de la edad”, respondió
mientras su entrepierna desnuda seguía
húmeda de excitación.
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