De madrugada impera el silencio.
El sol despunta y los sueños aún no se han
desvanecido en la oscuridad del cuarto.
Es hora de levantarse pero los párpados son
pesados y no responden a la orden.
Entre la vigília y el despertar piensas en
que esta noche has estado en soledad, si
bien un cuerpo yacía junto al tuyo.
Imaginas una mano acariciando tu piel, allí
donde es más suave, el pecho, los pezones...
Detrás de las carícias sientes unos labios
dulces, lentos, que te recuerdan el calor de
tu interior. Labios que se juntan,
respiraciones que se aceleran, mientras
crece el deseo recorriendo la piel.
Hay tiempo todavía.
Tu cuerpo no está inerte.
Tu mente se estimula.
Te dejas llevar, sintiendo unas manos que
bajan del pecho al ombligo mientras una
voz susurra tu nombre. Sonríes.
Besos compartidos en la penumbra,
cuerpos que se entrelazan, mentes que se
vuelven una...buscando la culminación en
este ya frenético ritmo.
Tus ojos cerrados....tus manos en tu sexo...
tu mente volando...alargas tu mano pero
hay un vacío a tu lado.
Suena el despertador.
Ya es de día y debes levantarte.